lunes, 27 de marzo de 2017

Soy profe II

Es mi tercera semana como profesor de prácticas y aún no consigo ubicarme en el instituto. Ayer, a tercera hora, me perdí mientras buscaba la clase de 2ºC. Anduve perdido por los pasillos un buen rato hasta que la encontré. Menos mal que ya estaban todos metidos en sus clases, si no me habrían visto dar vueltas como un subnormal por todo el instituto.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Lo sabemos

Ahí estaba yo, plantado frente al autobús, esperando a que se abrieran las puertas del ¿maletero? para coger la maleta de Bonita. Me había dicho que era "una morada" ─qué raro; no recuerdo que tuviera una maleta morada─. Aquello se abrió y a mí me dio cosa echar mano de una maleta que no es mía. ¿Y si me veían?; saben que no he viajado en ese autobús. ¿Qué hago? A la vez que dudaba, intentaba localizar la maleta de Bonita. Azul, verde, negra, negra, gris... ¡Morada! Decidí que era mejor estarme quieto y mantener un permanente ─y sospechoso─ contacto visual con la maleta para asegurarme de que nadie se la llevara. A estas llegó Bonita. Estaba a mi lado. No me dijo nada; simplemente espero a que yo me diera cuenta de que estaba ahí. Tardé un buen rato ─según parece─. Cuando lo hice, la descubrí mirándome, con esa sonrisa tan suya ─eso es bien; significa que ha tenido buen viaje─. Estábamos a medio metro, muy cerca, así que la multitud que también quería coger sus maletas no impidió que Bonita y yo nos fundiéramos en un abrazo. Uno de esos que sólo nos damos ella y yo.
─Estás guapísimo con barba ─me dijo al oído.

jueves, 16 de marzo de 2017

Soy profe I

─Bien. A ver... ¡Venga sentaos! Os presento a Don Ícarus. Será vuestro profesor durante el próximo mes.
Llevaba tiempo imaginando en mi cabeza cómo sería mi primer día y cuáles serían mis primeras palabras. Me había traído de casa uno de mis libros favoritos ─"Lo es", de Frank McCourt─; pensaba leerles un fragmento y así romper el hielo. Puede, incluso, que terminara mi intervención con una pequeña broma. Había decidido que sería un profesor firme a la vez que cercano y afable. Puede funcionar ─me decía a mí mismo mientras ensayaba frente al espejo─. No todos me miran. Algunos, de hecho, ni siquiera miran hacia donde yo me encuentro. A mi derecha, un grupo de niñas cuchichean algo que no consigo entender bien. A mi izquierda, un niño con una especie de pelusa en la barbilla me mira desafiante. Y ahí estoy yo, en mitad del encerado, observándolos a todos, cuando salen de mi boca las primeras palabras que pronuncio en mi vida como profesor: "Señores, ¿acaso esa mesa parece un sofá? Bájense de ahí".

sábado, 11 de marzo de 2017

Por cosas como estas

Bonita siempre dice que no canta bien. Y es cierto, canta fatal. Canta tan mal que a mí me parece adorable. Nunca le he dicho nada de esto; y es raro porque se lo cuento todo. Yo canto bastante mejor ─mejor que ella, claro, que no es difícil─ pero nunca me ha escuchado hacerlo. No es por vergüenza, de verdad. Bonita me enseñó hace años que entre nosotros no había hueco para la vergüenza ─exactamente ella dijo "en mi cama no hay sitio para la vergüenza", pero yo amplié el contexto─. No sé por qué no canto delante de ella. Lo máximo que consigo es susurrar muy bajito y sin que ella me vea mover los labios. Tal vez sea porque me gusta demasiado escuchar lo mal que canta. Quizás me guste más de lo que creo su adorable forma de berrear mientras conduce. Quizás escucharla cantar a Freddie Mercury sea lo más bonito que he visto nunca. Quizás.

lunes, 6 de marzo de 2017

Mi tiempo aquí

Desde hace unos días mi gato ha decidido que es buena idea escaparse cada vez que abro la puerta. No es algo que me preocupe; simplemente lo hace porque siente curiosidad. Es más, mucho estaba tardando en salir a investigar qué hay más allá de estas cuatro paredes. No se va muy lejos, como mucho baja al piso de abajo y espera a que vaya a por él. Todo muy inocente. De hecho, la primera vez que salió lo único que hizo fue quedarse sentado en el felpudo de casa y olfatear un poco todo aquello. Como digo, no es nada preocupante, pero, claro, ahora cada vez que abro la puerta, mi gato intenta salir e investigar desde el último punto donde lo dejó la última vez. Por eso he decidido comprarle un arnés. Sí, me he convertido en la clase de persona que siempre odié; la que pasea a sus gatos. En fin.