lunes, 6 de marzo de 2017

Mi tiempo aquí

Desde hace unos días mi gato ha decidido que es buena idea escaparse cada vez que abro la puerta. No es algo que me preocupe; simplemente lo hace porque siente curiosidad. Es más, mucho estaba tardando en salir a investigar qué hay más allá de estas cuatro paredes. No se va muy lejos, como mucho baja al piso de abajo y espera a que vaya a por él. Todo muy inocente. De hecho, la primera vez que salió lo único que hizo fue quedarse sentado en el felpudo de casa y olfatear un poco todo aquello. Como digo, no es nada preocupante, pero, claro, ahora cada vez que abro la puerta, mi gato intenta salir e investigar desde el último punto donde lo dejó la última vez. Por eso he decidido comprarle un arnés. Sí, me he convertido en la clase de persona que siempre odié; la que pasea a sus gatos. En fin.

Hablando de pasear; últimamente salgo muy poco a pasear por aquí ─o al menos no tanto como me gustaría─. Eso me produce cierta sensación de malestar conmigo mismo. Miro el calendario y veo ─aterrado─ cómo han pasado (ya) la mitad de los diez meses que dura mi contrato de alquiler. Lo miro y me da miedo, sí. No porque pase rápido el tiempo ─eso lo asimilé hace muchos años─, sino porque me acuerdo de lo mucho ─y duro─ que trabajé el año pasado para venir aquí. Recuerdo que cada noche al salir del trabajo fantaseaba con encontrarme exactamente donde me encuentro ahora y me prometía a mí mismo que aprovecharía al máximo mi tiempo aquí. El máster me quita horas ─es cierto─ pero no las suficientes como para que me quite también las ganas de salir, de pasear. Esta sensación de desaprovechar no aprovechar mejor el tiempo me apena, la verdad.

Tengo entonces que recordarme ─porque a veces, como esta, se me olvida─ que julio no es el fin del camino. Mi aventura no empieza y acaba con una estúpida firma en un estúpido contrato. Estoy aquí para vivir. No estoy de paso. No estoy aquí ─como muchos se empeñan en decirme─ para estudiar; esto no es un Erasmus. No tengo intención de volver allí cuando acabe el máster; tampoco de irme a otro sitio distinto. Debo recordarme que el máster es una excusa ─como siempre digo─ y que después de eso empezará realmente la visión que tantas noches imaginé. Tendré que trabajar ─por supuesto─, pero ya será otra cosa bien distinta; el máster se viene a casa conmigo cada tarde, pero el trabajo no lo hará. Nunca he vivido para trabajar y no pienso hacerlo ahora. Trabajaré para vivir, como siempre he hecho. Trabajaré para disfrutar, para pasear, para ver el sol. Para estar aquí.


Me echo para atrás y arquéo la espalda. Releo lo que acabo de escribir mientras doy sorbitos a mi licor de manzana. No me siento del todo cómodo con lo que acabo de escribir, pero supongo que había que hacerlo. Bah, lo publico.

2 comentarios:

  1. El mejor modo de apreciar el tiempo, a menudo es dejarlo pasar tranquilo delante de ti, respirar, escuchar buena música y olvidar que tienes que ser productivo por un ratito.

    Disfruta y un beso!

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    1. Muy de acuerdo. Básicamente vine aquí para hacer eso mismo.
      Un abrazo y gracias por pasarte, Mir.

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