sábado, 11 de marzo de 2017

Por cosas como estas

Bonita siempre dice que no canta bien. Y es cierto, canta fatal. Canta tan mal que a mí me parece adorable. Nunca le he dicho nada de esto; y es raro porque se lo cuento todo. Yo canto bastante mejor ─mejor que ella, claro, que no es difícil─ pero nunca me ha escuchado hacerlo. No es por vergüenza, de verdad. Bonita me enseñó hace años que entre nosotros no había hueco para la vergüenza ─exactamente ella dijo "en mi cama no hay sitio para la vergüenza", pero yo amplié el contexto─. No sé por qué no canto delante de ella. Lo máximo que consigo es susurrar muy bajito y sin que ella me vea mover los labios. Tal vez sea porque me gusta demasiado escuchar lo mal que canta. Quizás me guste más de lo que creo su adorable forma de berrear mientras conduce. Quizás escucharla cantar a Freddie Mercury sea lo más bonito que he visto nunca. Quizás.

Bonita hace su propia mayonesa ─yo escribo mayonesa y no mahonesa─. También prepara un salmorejo espectacular y un alioli que quita el sentido. Ella dice que hacer todo eso no es para presumir, que "cualquiera sabe y puede hacerlo".
─Gracias, cariño. Me alegra mucho que te guste todo lo que hago, pero no es para tanto ─dice mientras me atusa el pelo de la nuca.
Yo sé que no es así; que ni todo el mundo sabe, ni todo el mundo puede (y quiere) hacerlo. Quizás por eso, cada vez que pruebo su mayonesa, su salmorejo o su alioli yo me enamoro un poco más de ella. Quizás.

A Bonita le gusta hacerme cosquillas en la espalda. Le encanta, no miento. Yo sé que en el fondo lo hace ─un poco─ porque yo le masajeo los pies every single day, pero eso no quita para que lo haga con ganas y encantada.
─¿Quieres que te rasque?
─¿En serio?
─¡Claro! ─sonríe.
Empieza por el cuello para luego separar las manos hasta llegar a los hombros. Al cabo de un rato ─que a mí me parecen horas─ baja hasta los costados.
─Madre mía, me encanta este músculo que te sale aquí.
Yo, que prácticamente estoy babeando en ese punto, no contesto. Se lleva un buen rato alrededor de la columna hasta que consigue que suplique para que baje a la línea del pantalón. Yo le digo que "ya está bien" ─me da cosita que la pobre se lleve tanto tiempo haciéndome cosquillas.
─No, ahora el pechito.
Y me rasca el pecho. Nadie, jamás, nadie ha conseguido nunca acariciarme el pecho sin producirme unas cosquillas incontrolables. Nadie, menos Bonita, claro. Quizás por eso sepa que ella es la mujer de mi vida. Quizás por eso no quiera dejarla marchar. Quizás.

2 comentarios:

  1. Adoro. Y punto.
    Ahora, mira en etiquetas. Sí, en las "etiquetas" de tu blog. Esas que tienen nombres tan misteriosos como "Aquí", "Allí", "Recuerdos"... Si tuviera delante uno de mis gráficos, vería rápidamente cuál es el asunto, tema, o cuestión que destaca entre todos. ¡Ocho entradas sobre ella! Dice mucho, ¿eh?

    (Espero que sean más porque me encantan estas historias).

    Un abrazo,
    P.

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    Respuestas
    1. Pues sí; son unas cuantas ya sobre Bonita. No es algo premeditado, lo juro. Supongo que cuando me siento a escribir con la pantalla en blanco y dejo que salga la inspiración, esa es Bonita. Así que habrá más. Eso seguro.
      Un abrazo, P., y gracias.

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