lunes, 2 de enero de 2017

Allí de vacaciones

   Ya estamos en casa. En nuestra casa. Mi gato y yo venimos de pasar la Navidad allí en casa de mis padres. Hacía casi tres meses que no pisaba aquello y la verdad es que ya empezaba a tener ganas de ver a mi gente. Por allí las cosas siguen más o menos igual, salvo por una cosa: mis padres envejecen por momentos. Cuando uno ve a sus padres a diario ─y a cualquier persona en general─ no se da cuenta realmente del paso del tiempo. Pero te vas de casa y empiezas a ver como la vida sigue adelante aunque tú no estés e incluso ─parece─ lo hace más rápido que antes. La verdad es que el tiempo es un cabrón insaciable. No quiero hablar mucho de él, no vaya a ser que se entere y le dé por mandarme más canas de las que ya tengo. Sigamos.

   Acabamos de volver y mi gato está inspeccionando la casa para ver si todo sigue como él lo dejó. Agua y comida en su sitio. Bien. Hamaca en el radiador. Bien. Arenero detrás del sofá. Bien. Sillón junto a la ventana. Bien. Juguetes ocupando todo el salón para que Papa no pueda ni moverse. Bien. Todo en orden para mi gato.

   Yo hice lo mismo cuando llegué allí después de tanto tiempo. Aparte de mi padres ─como he dicho antes─ y mi cuarto ─que ahora es el despacho de mi madre─ todo por allí sigue prácticamente igual. Mi hermano sigue ganándose la vida con su música. Mis abuelos siguen como siempre ─mayores─ como si el tiempo se hubiera detenido para ellos en los ochenta y tantos. Mis amigos ─los pocos que aún viven allí─ siguen con sus novias de toda la vida ─y para de contar─. Los bares siguen en el mismo sitio. Los semáforos siguen tardando lo mismo en ponerse en verde. En fin, todo estaba más o menos como lo dejé.

   Una tarde salí a dar un paseo ─yo solo, en plan "memories"─ y se me ocurrió pasar por la puerta de los tres bares en los que trabajé para poder venirme aquí. No sé por qué lo hice; de dos de ellos guardo un recuerdo terrible y del otro guardo uno demasiado bueno como para encima recrearme. Pero ahí estaba yo, en la acera de enfrente ─no quería que me vieran─, acordándome de las putadas que tuve que soportar para poder estar hoy aquí. No sé si estuve un minuto, cinco o dos horas en cada uno, mirando, recordando. Disfrutando, en realidad.

   Otro de los días me fui de cervezas con mis amigos. Somos cinco, todos de la misma clase del colegio. Más de veinte años siendo amigos. Esa noche fue un poco especial ─o mucho─ respecto al resto. Sólo dos de nosotros siguen viviendo aún allí; el resto vivimos en una ciudad distinta ─algunos en países distintos─ y era casi un milagro que hubiéramos podido juntarnos todos. Vacaciones en el trabajo, vuelos, planes movidos de sitio, etc. Todo para poder estar allí tomándonos unas cervezas bien frías en nuestro bar de siempre. Saboreé cada segundo, cada sorbo, porque no sabemos cuándo podremos juntarnos todos otra vez.

   Han sido unos días muy chulos. Y es curioso, porque me pasó como cuando eras pequeño y decías: "estoy deseando acabar el colegio para no volver a pisarlo nunca más". Luego empezaba la universidad y echabas de menos el colegio a cada minuto. Pues yo un poco igual. Aquí estoy como en brazos, llevando la vida que siempre quise y no tengo intención de volver allí. Pero fue llegar en Navidad y darme cuenta de que aquello ─por mucho que me haga mayor─ siempre será mi casa. Mi primera casa.

4 comentarios:

  1. ¡Ay, Icarus, qué fácil es leerte! Me siento muy identificada con todo lo que cuentas.
    Además, esta entrada me hace pensar en Volver (de Gardel). Te dejo una versió conocidisima de Estrella Morente.
    https://www.youtube.com/watch?v=pGEhU9lT7f0
    Un abrazo!
    P.

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    1. Querida P.
      Muchísimas gracias por tu comentario, como siempre. Yo soy de los que piensan que para tener un blog ultra encriptado y que cuesta horrores leer, para eso prefiero no tenerlo.
      Muchas gracias también por el aporte musical. Hacía tiempo que no la escuchaba y es verdad que le va muy bien a la entrada :)
      Ya sabes, escribe pronto que yo también disfruto mucho leyéndote.
      ¡Un abrazo fuerte!

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  2. ¡Hola, Ícarus!
    Ya nombrabas en una de mis entradas que era muy difícil dar a parar con un blog que realmente te llene. Esta vez me has hecho el trabajo mucho más sencillo porque has sido tú quién ha ido a parar primero a mi blog, así que ya tenía el camino hecho para venir hasta aquí.

    Lo cierto y verdad es que me ha encantado leerte porque has descrito tus sentimientos de una manera asequible para todo el mundo, recreando en unos minutos que me ha llevado leer la entrada un universo paralelo (que es el tuyo) al cual me han invitado.
    Me identifico con muchas de las cosas que aquí cuentas, sobre todo el hecho de darte cuenta de cómo, casi de la nada, el tiempo parece correr una maratón. No podemos aferrarnos mucho a ese sentimiento porque nos hace caer en un verdadero agujero sin fondo, tampoco huir de él, simplemente tenerlo presente.

    Un regalo haber llegado hasta aquí, espero tu próxima entrada :)

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    1. El regalo es saber que te quedas por aquí, Beatrice. Cuando encontré tu blog pensé que había dado con una persona que cuenta las cosas con corazón -eso me gusta- pero sin complicarse; de manera sencilla y cercana. Nada de cartas masónicas imposibles de descifrar. Sigo pensándolo después de tu comentario, así que estoy deseando volver a leerte yo también.
      ¡Un abrazo muy grande!

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