lunes, 23 de enero de 2017

Señor adulto

Hoy he hecho lentejas. Con chorizo ─sin chorizo no son lentejas, son otra cosa rara─. Es la primera vez que las hago y la verdad es que me han quedado muy ricas. No tan buenas como las de mi madre, claro, pero casi. El caso es que después de ponerme hasta arriba de lentejas con chorizo se ha quedado muy buena tarde para venir aquí y contar cuatro tonterías. Venga, vamos.

Sé donde comprar toallas. Toallas, sábanas, colchas y mantas. Pero no digáis nada; no quiero que la gente descubra el sitio tan maravilloso que he encontrado. Es una tiendecita escondida en el centro de aquí. La descubrí ayer, mientras terminaba de gastar el dinero que me habían traído los reyes ─sí, todavía estoy comprando cosas─. Resulta que me he convertido sin darme cuenta en un señor mayor que vive con su gato y que encuentra fascinante encontrar un sitio donde comprar toallas. Genial. Lo de señor mayor no lo digo yo, por cierto. Eso se lo debo a un niño que, el otro día mientras paseaba por el parque, me recordó que ya no soy tan joven.
─¿Puede pasarme la pelota, señor? ─gritó el niño desde la lejanía.
─¿Señor? ─pensé─. ¿¡Qué cojones!? ¿Ya soy un señor?
Se ve que sí, que lo soy.

A ver, ya sé que no tengo veinte años y que me acerco peligrosamente a los treinta; pero, ¿soy ya un señor? Como he dicho antes, se ve que sí. (A partir de ahora voy a decir adulto en vez de señor, que duele menos. Gracias, niño). Siempre he creído ─o me ha gustado creer, al menos─ que ser adulto no tiene nada que ver con la edad, sino con las cosas que haces o dejas de hacer; con la vida que llevas ─voy a dejar a un lado el desarrollo mental, porque si no la entrada se me va de las manos─. Así que voy a explicar qué cosas me convierten ya ─antes de los treinta (suspiro)─ en adulto.

Dejar atrás tu ciudad y mudarte a otra por decisión propia te hace ser adulto a ojos de todo el mundo. Automáticamente. Es como cuando en "Lluvia de estrellas" te metías en el humillo ese y salías convertido en otro tío automáticamente. Mierda, recordar "Lluvia de estrellas" no me ayuda a parecer joven, ¿verdad? Y supongo que escuchar "Yes, I can Boogie" de Baccara mientras escribo mucho menos, ¿no? ¡Sigamos! Vivir solo; soy adulto. Evidentemente, mencionar en apenas dos párrafos que me hago lentejas, que paseo por el parque y que me emociono por comprar toallas también me convierte en adulto. Tengo un gato que depende absolutamente de mí; eso es una responsabilidad demasiado grande para un niño, así que eso también me hace adulto. Estoy viviendo aquí sin trabajar, tirando de lo que ahorré durante todo el año anterior, es decir, de año sabático; eso es muy de adulto. ¿Y el blog? ¿Tener blog te hace adulto? Pues evidentemente no. Tener blog no significa que seas un adulto. Sin embargo, no sé muy bien por qué, ahora que hago cosas de adulto he decidido ─o decidí─ abrir este espacio en el que poder contarlas. Cosas ─como todos los de mi edad sabéis─ aburridas y no tan apetecibles como las que hacíamos con veinte años.

Bonita siempre me dice que a sus ojos yo nunca dejaré de ser aquel niño que le robó el corazón. Pero no le hagáis mucho caso. De niño me queda poco ya.

Os dejo, que me espera otra de esas cosas de adulto; arreglar la caldera. Quizás dé para post. Quién sabe.

4 comentarios:

  1. ¡Buenas!

    Vaya, pues la verdad es que detrás de todas esta entrada que a primera vista te deja con un sabor cómico, ha habido una idea que me ha parecido muy profunda
    ¿A qué edad es uno adulto?
    Ni sabría decirte ya qué es ser adulto y qué no.
    Visto lo visto me sacas unos años así que supongo que sabes un poco mejor que yo de lo que hablas, pero aún así me parece que el hecho de ser adulto está directamente relacionado con ser maduro. Y lo que te hace madurar en la vida no son precisamente las facilidades, más bien todo lo contrario.
    Como bien dices, depende de la vida y vivencias de cada uno ¿Verdad?

    P.D Me uno a tu club de que las lentejas sin chorizo, no son lentejas.

    ¡Un abrazo!

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    1. Ser adulto apesta, así que pensé en desdramatizar un poco el asunto con una entrada agradable.
      Vivan las lentejas con chorizo, Beatrice.
      ¡Un abrazo!

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  2. ¡Venga ya! ¿Adulto? ¿Por unas toallas? He visto presuntos adultos rebozándose por el suelo de un aeropuerto (argh) con sus hijos de tres años, adultos montándose diez veces seguidas en el Topspin, jugando al pilla-pilla por el salón. He visto a un adulto comer golosinas hasta el empacho supremo, y perder al amor de su vida por una rabieta. He visto a adultos engañar a otros adultos y reirse maliciosamente. Como niños.
    Mi conclusión es que, por mucho que compren toallas, hagan lentejas, o recuerden Lluvia de estrellas, los adultos no existen. Están en extinción.
    Debe haber tres o cuatro adultos aún por el mundo. Me los imagino escribiendo libros de muchas páginas. Con palabras muy difíciles. Probablemente, de Derecho.

    Un abrazo Ícarus. ¡Me ha encantado la entrada!
    P.

    PD: No he tenido tiempo de ver lo de los Blogs. Cada vez que me meto en alguno que solía leer, ¡zas! abandonado. :( Sigo buscando.

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    1. Jaja, qué grande eres, P. Ahora que lo dices, es verdad, los adultos son esa gente que escriben libros de derecho y de sociología y sueñan con Freire o Weber. Puaj.
      No te preocupes lo más mínimo por los blogs, si no conoces ninguno no pasa nada; ya buscaré yo :)
      ¡Un abrazo enorme!

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