Tengo nuevos vecinos. Unos rusos muy simpáticos se han mudado al piso de al lado. He estado prácticamente solo en el edificio por cuatro meses y se me había olvidado lo que era encontrarse con alguien en la escalera.
Si miro para abajo puedo verme el bigote. Bigote que, por cierto, a mi gato le encanta oler. Debe oler bien ─bien para un gato, claro─ o, no sé, debe hacerle cosquillas.
Cuando me llevo la jarrita a la boca para pegarle otro sorbo a la cerveza se escucha el sonido que produce mi piercing al chocar con el metal. Es gracioso; tantos años hace desde que me lo hice que ya nunca reparo en él. Me pregunto si la gente se quedará mirándolo cuando habla conmigo. Yo lo hacía al principio frente al espejo. Es hipnótico.
"She's a maniac, maniac on the floor".
Gran canción. No se por qué la estoy escuchando, pero mola. Hago playback y bailo con ella puesta delante del gato y él me mira con cara de "¡qué cojones, Papa!".
Hay una chica en el gimnasio que está por mí. Estas cosas siempre me han puesto muy nervioso; nunca sé cómo actuar o qué hacer cuando alguien liga conmigo y yo no la correspondo.
Acabo de darme cuenta de que tengo el trapo de la cocina en el hombro izquierdo. Eso es porque soy diestro ─lo de la izquierda, no lo del trapo─. No sé qué hace ahí ni cuánto hace que lo llevo. Huele a pastilla de Avecrem; lo dejaré ahí un rato más.
Ayer estuve a punto de cerrar el blog. De hecho no descarto hacerlo un día de estos. Supongo que en el fondo sé que esto tiene fecha de caducidad y no quiero estar por estar, como el banderín de un córner.
La semana que viene empiezo las prácticas en el instituto. Seré profesor al fin ─al menos durante un mes─. A diferencia de los del máster, no tengo miedo a enfrentarme a treinta monstruos sedientos de sangre fresca. Sinceramente creo que sabré manejarlos y que disfrutaré la experiencia.
La RAE dice que ya no hace falta acentuar "sólo". Pues ellos pueden decir misa desde sus sillones; yo me resisto a dejar a esa gran palabra sin su necesaria tilde. No está solo, "sólo".
Es la primera vez que escribo con unas cuantas cervezas de más. No lo hice, ni siquiera, en mi primera, joven y alocada temporada en blogger, allá por 2012. Dicen que los niños y los borrachos siempre cuentan la verdad. No sé; mañana volveré a leer esto y os diré si tienen razón.