domingo, 2 de abril de 2017

Fotos

Cuando era pequeño me gustaba tumbarme en la cama de mi abuelo y hablar de fútbol con él.
─Mamá, voy a casa de la abuela.
─¿Otra vez? ─se extrañaba mi madre─. Si ya fuiste ayer.
─Es que tengo que echar la quiniela con el abuelo.
Esa era mi excusa; la quiniela. Realmente la quiniela me daba un poco igual. Todo empezó un día, cuando mi abuelo me preguntó si quería echar una columna a medias con él. Yo dije que "vale" y desde entonces no pasó una semana sin que echáramos una, dos o diez columnas juntos. Eso era lo que yo quería; hacer algo juntos. Ir a su casa y pasar tiempo con mi abuelo.

No siempre hablábamos de fútbol, claro. A veces hablábamos de "pisos" ─como él decía─. Le gustaba fantasear con que un día, cuando me hiciera mayor, construiríamos pisos juntos. Yo nunca le dije que no quería hacer pisos, que odiaba lo que estaba estudiando; dejaba que mi abuelo se ilusionara y me contara los proyectos que quería que hiciéramos juntos. También hablábamos de cuando él tenía mi edad. Me decía que se tuvo que poner a trabajar en la obra ─de ahí lo de querer hacer pisos─ cuando tenía diez años porque se había quedado huérfano.
Un día encontré una foto suya ─de antes de que yo naciera─ en la que se le veía fumando. También hablamos de eso.
─Abuelo, ¿tú fumabas?
─Yo sí.
─¡No lo sabía!
Nunca en mi vida le había visto con un cigarro en la mano.
─Sí, yo fumaba.
─¿Y por qué lo dejaste?
─Porque el médico me dijo que lo dejara.
─Ah, por el trasplante ─le decía mientras le señalaba la cicatriz.
─Sí, por el trasplante.

En esa foto no salgo yo, pero tengo muchas otras en las que sí salgo con mi abuelo. Tengo una en la que él ─aún joven y fuerte─ me sostiene en sus brazos. Yo debía tener uno o dos años ─no más─ y le miraba con cara de estar pasándomelo muy bien. Tengo otra foto en la que salimos mi hermano, mi abuelo y yo. Estamos subidos a un árbol ─del campo de mi abuelo─ y él nos mira orgulloso ─supongo que de ver crecer a sus nietos─. Hay otra foto ─en esta ya era yo un poco más mayor─ en la que se nos ve posar para la cámara el día de mi comunión. En esta soy yo el que sonríe orgulloso; mi abuelo tiene sus manos apoyadas en mis hombros. Eso me ponía feliz, lo recuerdo.
Después de aquella no hubo más fotos por un largo periodo de tiempo. No por nada; simplemente no las hubo. Quizás por eso, por el tiempo que transcurrió entre una y otra, miro la foto que tengo en mis manos de una manera un tanto especial. Mi abuelo ─ya mayor─ aparece sentado a mi lado. Me está contando algo que ya no consigo recordar ─quizás algo de fútbol o de pisos─. Yo le escucho atentamente y le miro con cara de puro amor. Esa es ─posiblemente─ la foto que mejor refleja la relación que mi abuelo y yo tuvimos durante veinticinco años.

Mi abuelo ya no está. Se fue hace unos años. Lo hizo rodeado de los suyos. En su casa. En su cama. Conmigo tumbado a su lado; como tantas veces durante tantos años.

Es curioso; tanto tiempo los dos en esa cama, hablando durante horas, y de eso no tengo fotos. No en papel, al menos.

6 comentarios:

  1. Mentiría si dijera que no tengo alguna lagrimilla a punto de brotar... Esta entrada me ha recordado a mi bisabuelo que también murió hace unos años y con quien tenía muy buena relación.
    Gracias por traer a mi mente tan bueno recuerdos

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    1. Gracias a ti, M, por pasarte y compartirlos conmigo. Para eso están los recuerdos.
      Un abrazo.

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  2. Qué genial, Ícarus, y qué pena también no guardar fotos de esa cotidianidad. Me ha recordado a la relación que tenía con mi abuela. En vez de hablar de fútbol y de pisos, nosotras hacíamos flores de papel. Qué gran persona era, de verdad. Cuánto la echo de menos.

    Un abrazo fuerte.
    P.

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    1. Cualquier cosa que se haga con los abuelos es puro amor, ¿verdad? Hablar de pisos o hacer flores de papel son simples excusas para pasar un rato con ellos. Los echamos de menos, sí.
      Un abrazo enorme.

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  3. Me ha parecido muy bonito leer lo que cuentas, ha sido un pequeño cortometraje que me ha encantado observar desde la distancia del obvio desconocimiento.

    Las fotos... estamos en la era de fotografiarlo todo, la era diógenes como a veces la llamo. La mayoría de ellas son inservibles, carentes de importancia, pero ¿Sabes lo que aún compartimos con otro tiempo en el que se fotografiaba lo fundamental? Que los momentos realmente importantes, los que nos convierten en atemporales, esos no están en papel; siguen siendo una "marabunta" de pensamientos capaces de ponernos los pelos de punta.

    Un abrazo Ícarus

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    1. Cierto. Seguramente los días o momentos más importantes de mi vida, los más felices -o llámalos como quieras-, de esos no hay fotos. No las hay, claro, en papel ;)
      Un abrazo, Beatrice y gracias por pasarte.

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