Mi gato se ha quedado dormido; aprovecho para escribir. Quiero a ese melón con toda mi alma, pero se hace un poco difícil hacer cosas con él encima a todas horas. Los que tenéis gato supongo que me entendéis.
─Papa, ¿estás comiendo? ¿Qué tal si me siento en tus rodillas y alargo la manita para intentar robarte algo del plato?
─Papa, ¿escribes? ¿Te importa si trepo por la silla y me cuelgo de tus hombros?
─Papa, ¿estás meando? ¿Puedo mirar dentro del váter? Ni notarás que estoy ahí, te lo prometo.
Pero hoy no estoy aquí para hablar de mi gato. En la entrada anterior mencioné a mi amiga Luz; hoy voy a hablar de ella.