martes, 13 de diciembre de 2016

Los del máster

   Me gusta comer pronto. Las clases del máster me obligan a hacerlo, pero creo que si no las tuviera lo haría igual. Me gusta. Últimamente me ha dado por beber un chupito de licor de manzana ─sin alcohol─ después de comer. Lo saboreo sorbo a sorbo y cuando acabo me llevo un buen rato relamiéndome los labios. Lo estoy haciendo ahora mismo mientras escribo esta entrada.

   Tengo una contractura de mil demonios en el cuello. No ha sido muy buena idea ir esta mañana al gimnasio ─porque ayer ya me molestaba─ pero ir cada mañana es parte de mi rutina y yo sin rutina no soy nada (o nadie). Además ya estaba despierto porque tenía que darle de comer al gato. Así que decidí ir a pesar de las molestias, con suerte el dolor no iría a más ─pensé─. Me equivoqué. Me equivoqué fuerte.

   Este viernes tengo cena con los compañeros del máster. Me apetece mucho ir. Lo que no me apetece nada es el examen de mañana para el que todavía no he empezado a estudiar. Cuando era pequeño fantaseaba con ser mayor para no tener que estudiar nunca más. Ahora, mucho más cerca de los treinta que de los veinte, veo que tengo que seguir estudiando para conseguir un estúpido número que me permita obtener un papel que diga que soy algo. Qué cosas. En fin, a lo que iba: cena con los del máster.

   Son una panda de cabrones muy buena gente. Estoy muy a gusto con ellos, la verdad. Tengo que aguantar las típicas bromas de forastero por no ser de aquí, pero tengo buen sentido del humor y al final me acabo riendo yo también. Además, como ellos sí son de aquí conocen muchos sitios chulos y cada vez que quedamos me enseñan uno nuevo. Eso es genial porque estoy consiguiendo una lista de bares bastante curiosa para cuando venga Bonita.
Reconozco que el primer día de clase estaba un poco preocupado por ver qué me iba a encontrar allí. No me refiero a si serían buena gente ─eso lo presuponía─, sino a si sería capaz de encontrar mi sitio. Y lo digo porque durante mis años en la universidad nunca pude formar parte de ningún grupo. A ver, uno de mis mejores amigos lo conocí en la universidad y obviamente entablé relación con otros tantos, pero no puede decirse que tuviera un grupo de colegas allí. No es que yo tenga un problema ─eso creo─, de hecho tengo bastantes colegas y un buen puñadito de buenos amigos en mi vida, pero por lo que fuera, en la universidad no conseguí integrarme mucho. Cero dramas respecto a eso, por cierto.
Me considero una persona cercana, divertida y que sabe escuchar. Bonita, además, siempre me dice que soy una persona que logra tranquilizar y hacer sentirse bien a los demás. Y Bonita es la persona que mejor me conoce ─más que yo mismo─, así que debe ser verdad. Aún así, como digo, no las tenía todas conmigo el primer día de máster.

   Pero estos cabrones me aceptaron ─y yo les acepté, así que todos contentos─ y este viernes nos vamos por ahí de ¿fiesta? Ya contaré qué tal.

   Y voy terminando que no me quiero enrollar mucho. Ya he hablado de que me gusta comer pronto y que siempre termino con sabor a manzana en los labios, de que me duele el cuello porque me gusta la rutina y de que el viernes salgo con unos cabrones que se ríen de mí por no ser de aquí. Es de eso de lo que he hablado, ¿no? Ah, y de Bonita. Siempre termino hablando de mi Bonita.

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