sábado, 3 de diciembre de 2016

Qué hago aquí y cómo llegué

Me gusta vivir aquí. Echo de menos a mi familia y amigos ─obviamente─ pero no echo de menos estar allí. Aquí tengo mi casa, mi gato, una ciudad que apenas he empezado a disfrutar y nuevos amigos con los que he congeniado muy bien. Aquí está mi futuro ─al menos a medio plazo, luego ya se irá viendo─. Hace aproximadamente año y medio mi futuro era otro bien distinto. No sé cuál, porque ni siquiera tenía un plan, pero que era distinto a este eso está claro.

En septiembre de 2015 estaba pasando una mala racha. Sin más, no hay que recrearse. Una tarde de octubre de ese mismo año decidí que necesitaba un plan. Los que somos de ciencias necesitamos tener un plan. Somos así ─la mayoría─, sin un plan vamos medio perdidos por el mundo. Yo soy de ciencias y no tenía plan, ergo estaba perdido, por eso decidí que necesitaba uno. Junté en una misma ecuación mala racha, amigos desperdigados por el mundo, casi treinta años y necesidad de cambio y el resultado que me salió fue irme de mi ciudad. Me pareció un plan tan bueno como cualquier otro. Más aún si ni siquiera tenía uno, como he dicho antes. Así que aposté por él. El problema era que no tenía dinero.

Por entonces yo me dedicaba a dar alguna que otra clase particular. No daba para vivir, únicamente para pagar mis gastos. Obviamente necesitaba ganar más. Mucho más. Si mi plan era irme a vivir solo ─no quería compartir piso─ a otra ciudad, pagarme el máster ─ahora hablaré de es─ y pegarme un año sabático ─es decir, no trabajar─, necesitaba un trabajo de verdad. Al poco tiempo descubrí que no bastaría sólo con uno.

En enero de 2016 trabajaba en dos bares al mismo tiempo. También seguía dando clases particulares en mis días libres. Eso son tres trabajos a la vez. Todo el dinero que podía conseguir era poco si quería irme de allí. Resulta que mi plan inicial había pasado a convertirse en mi sueño: irme a vivir a otra ciudad un año entero y disfrutar la experiencia sin tener que privarme de nada. Un día decidí mejorar el plan añadiéndole la guinda del pastel: aprovecharía ese año sabático para estudiar un máster. ¿Entendéis mejor ahora por qué necesitaba tanto dinero?

En abril empecé a ver que podía conseguirlo. Estaba ganando bastante dinero y veía que en los trabajos no tenían intención de echarme (al menos no lo parecía). Decidí entonces dejar las clases particulares. Me aportaban poco dinero y muchos quebraderos de cabeza y me quitaban mi único día libre de la semana. Las cuentas me salían. Seguiría así hasta el final. 

El final era octubre de este año. A esas alturas el plan decía: primero, matricúlate en el máster. Segundo, busca piso. Tercero, deja los dos trabajos. Cuarto, coge tu dinero y vete. Yo, como persona cuadriculada que soy, lo hice todo punto por punto. Y llegó el momento de irme. Podría decir que fue un momento emotivo y súper importante en mi vida. Más aún después de lo mal que estaba cuando aposté por irme y todo por lo que había tenido que pasar el último año hasta llegar a ese momento. Pero no. No me costó dejar dos trabajos bien remunerados. No me costó despedirme de mi familia y amigos ─tampoco me he ido a Mordor, vivo cerca y les veo cada cierto tiempo─. No me costó dejar atrás a la persona en la que me había convertido. Sabía entonces y sigo sabiendo ahora que lo que hay aquí guardado para mí es mucho mejor que todo lo que dejaba atrás.

Y esa es la historia de qué hago aquí y cómo llegué.

2 comentarios:

  1. Me ha molado. Entiendo lo del plan, también soy de ciencias ;D
    Ojalá te vaya suuuper bien!!

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    Respuestas
    1. No quería generalizar, pero me has dado la razón, parece. Los de ciencias y nuestros planes; qué peligro.
      Me alegro de que te haya gustado.
      Un abrazo y gracias.

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